martes, 7 de febrero de 2012

El error más frecuente...


No puedo recordar exactamente cuando fue que por primera vez que ví este chocolate. No soy de irreflexivamente agarrar barras de chocolates y lanzarlas al canasto del supermercado (nótese canasto, no carro porque para eso falta aún). Seguramente entonces lo pensé muy bien antes de decidir comprarla. Creo que fue en la confitería Castillo de Condell con Bellavista antes de la subida Ecuador. Estaba allí entre medio de sus hermanos de otros sabores: trufa, manjar, etc.
Resaltaba por su color rojo y ese pote de yogurt con unas frutillas al lado. MMMmmm chocolate blanco con ese relleno. La verdad es que prometía. Me recordaba ese sabor entre dulce y suave de yogurt mezclado con lo ácido de la frutilla tan bien logrado por Costa con su ya clásica Cereal Bar de Frutos Rojos (que merece un posteo aparte por la cantidad de unidades de ese producto consumidas por esta autora) Tengo que decir que al llegar a casa y extraer el primer cuadrito de la barra no pude parar hasta comerlo todo en un lapso de aprox. 2 horas frente al compu. Entonces pensé quienes son los malditos cerebros de estas empresas gigantes que crean cosas tan ricas que uno no puede parar de comer y volver a comprar y comer y asi en un ciclo sin fin. Porque comerse una barra de chocolate completa solo y en un día está prohibido para variados grupos de la población chilena: niños, diabéticos, mujeres solteras, mujeres con tendencia a engordar como yo y para cualquiera a quien sólo probar el azucar le active esa señal del cerebro de seguir consumiéndola sin parar. Se me calentó la jeta pero no por copete, sino por el azúcar. Esta es una expresión que utilizo mucho para describir mi adicción al azúcar. Cuanta de esta sabiduría beneficiaría a esos desabridos programas de gobierno que promueven la "colación saludable". Porque comer ( y con esto voy a hacer una declaración de principios que creo adecuada para uno de los primeros posteos del blog) es sólo una necesidad que hemos transformado en una de las fuerzas más grandes que hoy tienen las grandes empresas y multinacionales para dominarlos y seguir acumulando nuestro dinero. Es así. Y un programa de gobierno que pretende mejorar nuestros hábitos de alimentación debe necesariamente unirse con estas empresas y trabajar juntas. Quizas es muy caro el precio.

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